jueves, 21 de noviembre de 2013

Acusan a dos agentes del Ejército - Batallón 601- por el secuestro de un estudiante

Uno se llama Carlos Enrique Bernadou, y tiene 60 años; el otro, Juan Manuel Bernasconi, y acaba de cumplir 61. El primero mereció cierta mala prensa a finales de los '90 al ser procesado –sin consecuencias condenatorias– en la llamada "causa de los ñoquis" del Concejo Deliberante, del cual él era funcionario. Semejante contratiempo no lo privó de ocupar en 2010 la vicepresidencia del Comité Capital del radicalismo, ni de ejercer en la actualidad un alto cargo en la Secretaría de Planificación del Consejo de la Magistratura porteño. Bernasconi, en cambio, posee una trayectoria menos pública; vive en Quilmes, es padre de un ex candidato a edil por el massismo y sus quehaceres actuales son de índole comercial. Entre ellos, sin embargo, hay un denominador común: ambos integraron durante la última dictadura las filas del temible Batallón 601 de Inteligencia. Y, además, se los relaciona con la desaparición del estudiante Ricardo Emilio Riobó. Esto último se desprende de una querella que acaba de presentar el abogado Pablo Enrique Barbuto, en representación de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación ante el juez federal Ariel Lijo. Se trata de una denuncia que, entre otras aristas, pone al descubierto una trama que merece ser reconstruida: la ofensiva del terrorismo de Estado contra alumnos y docentes de la Universidad del Salvador.
 
LAS AULAS DE JESÚS. A principios de la década del '70, la Universidad del Salvador supo ser una suerte de refugio para estudiantes que, por su militancia, no tenían cabida en la UBA en virtud de la intervención dispuesta por la dictadura del general Lanusse. Tanto es así que, ya en el período previo a la primavera camporista, se desarrollaba en sus aulas un profuso activismo, a través de diversas agrupaciones que se disputaban el control de los Centros de Estudiantes de las distintas facultades.
En la de Ciencias Jurídicas, la Juventud Universitaria Peronista (JUP) –bajo el sello de Bases Peronistas del Salvador (BAPS) y la Juventud Radical (JR) –bajo el sello de la Juventud Universitaria Radical del Salvador (JURS)– se alternaban en la conducción política del alumnado. Los comicios de 1972 habían favorecido a la agrupación peronista y las elecciones de 1974 fueron para los radicales, hasta 1975, cuando la JUP, en alianza con otros grupos, volvió a ganarle a la JR. En aquella ocasión, Riobó –al que sus compañeros llamaban "Manolito"– resultó electo como delegado ante el Consejo Superior de la Universidad. Por su parte, en la lista derrotada resaltaba la figura de un entusiasta dirigente, cuyo apodo era "Pecos". A los 23 años, este presumía ser un sólido cuadro político; era amplio y razonable en sus criterios, ejercía un gran liderazgo entre sus correligionarios y solía confraternizar con militantes de otras corrientes, entre los que estaba Riobó, con quien cultivó una amistad.
En 1974, la Universidad del Salvador protagonizaría un giro institucional, cuando el jefe máximo de los jesuitas, Pedro Arrupe, le ordenó al joven y promisorio consultor provincial de la Compañía, el padre Jorge Bergoglio, transferir aquella casa de estudios a manos laicas. A tal efecto, el actual Papa Francisco depositó su confianza en dos hombres que pertenecían a la organización peronista de derecha Guardia de Hierro: Francisco Piñón, (a) "Cacho", quien pasó a ser rector, y Walter Romero, que fungió desde entonces como un operador de la Universidad en la sombra. Tres años después, esas autoridades académicas le concedieron el doctorado Honoris Causa al almirante Emilio Massera.
Por entonces, pese a los niveles represivos de la dictadura, aún existía cierto activismo en sus aulas, al punto de que radicales y peronistas continuaban en pugna por el manejo del Centro de Estudiantes. Sin embargo, el terrorismo de Estado no se privaría de dar allí una serie de golpes planificados a la perfección. Como si sus hacedores contaran con valiosa información obtenida por fuera de los gabinetes de tortura. En resumidas cuentas, unos 20 alumnos y profesores de la Universidad del Salvador caerían en el agujero negro del exterminio (ver recuadro). En la facultad de Ciencias Jurídicas integran esa nómina el docente Daniel Antokoletz, además de los estudiantes José Luis Casariego, Cristina Turbay y Ricardo Emilio Riobó.
Este último fue secuestrado durante la madrugada del 23 de mayo de 1978 en la casa de sus padres –situada en la calle San Benito 973, de la localidad de Turdera, partido de Lomas de Zamora– por una patota que se identificó como personal policial. El militante de la JUP fue llevado descalzo y con una capucha en la cabeza. Los represores se robaron muebles, electrodomésticos y ropa. Incluso, la de "Chaco"; tal era el apodo del mejor amigo de la víctima, quien solía pernoctar allí.
Chaco y Ricardo se conocían de niños. Ambos habían cursado los estudios secundarios en el colegio San Jorge, de Turdera. En la adolescencia habían sido inseparables y, en el hogar de los Riobó, ese muchacho era como de la familia. En 1977, Chaco trabajaba de chofer en el sindicato junto con su padre. Y dos días antes del secuestro de Ricardo, él había dormido en la casa de su amigo. Desde entonces, nadie en el barrio supo más de él.
El tal Chaco no era otro que Juan Manuel Bernasconi.
Y "Pecos" era Carlos Enrique Bernadou.
 
TOPOS AL DESNUDO. Los nombres de ambos, junto a los números de sus documentos y la categoría bajo la cual prestaban servicios en el Batallón 601 salieron a la luz a principios de 2009, luego de que el Archivo Nacional de la Memoria desclasificara la lista completa de todos los agentes civiles que prestaron servicios en dicho organismo entre 1976 y 1983.
A su vez, sus legajos –a los cuales Tiempo Argentino tuvo acceso– son, por demás elocuentes.
"Carlos Enrique Bernadou, DNI 10.703.784, designado el 1º de agosto de 1977 en 'carácter condicional' (por nota del 29 de julio de 1977), con apodo "Claudio Ernesto Bebilacua", quien fuera confirmado en sus funciones de Agente de Seguridad (subcuadro C2, grado IN14) el 31 de agosto de 1978 y realizó asimismo el Curso DGJE 260/78, recibiendo el título de Agente Especial de Contra Inteligencia. Sus avales para ingresar al Batallón 601 fueron el Ministro del Interior de la dictadura Cívico Militar, Albano Harguindeguy, y el ministro de Gobierno de la misma dictadura en Misiones, Luis Alberto Sarmiento, ambos imputados de crímenes de lesa humanidad. Bernadou-Bebilacua desempeñó funciones hasta el 8 de agosto de 1979."
"Juan Manuel Bernasconi, DNI 10.077.548, quien revistó con la especialidad 'Redactor Dactilógrafo' desde el 16 de abril de 1978 (en carácter condicional) designado por resolución firmada por el General de Brigada Alberto Alfredo Valín, a la sazón Jefe II Inteligencia, siendo luego confirmado con fecha 16 de abril de1979 en el Cuadro 'A', Subcuadro A-2, en la Central de Reunión del Batallón de Inteligencia 601 como 'In 16' por resolución firmada por el entonces Subjefe II Inteligencia Coronel Alfredo Sotera. Bernasconi perteneció al Batallón 601 hasta el 1º de marzo de 1998. Su aval ideológico fue el Coronel Médico Emilio García Pérez, quien indicó que tenían una relación de amistad desde el año 1973."
Este diario mantuvo un diálogo telefónico con Bernadou. Al ser preguntado si perteneció al Batallón 601, dijo: "Puede ser."
–¿Confirma, entonces, su pertenencia a ese organismo?
–No lo confirmo ni lo desmiento.
Luego aseguró: entré al Batallón en 1977. Estuve ahí hasta 1979. Yo tenía apenas 24 años. Estaba en vigilancia. O sea, custodiábamos casas de milicos. En la facultad yo no estaba infiltrado. Yo iba a estudiar; además, militaba en el Centro de Estudiantes. Yo estaba en la Juventud Radical…
–¿Cómo convivía esa militancia con su carácter de integrante de una fuerza represiva?
–Mire, nosotros no sabíamos las cosas que realmente pasaban. Estábamos en pelotas.
–¿De qué modo consiguió que el ministro Harguindeguy fuera su aval para ingresar al Batallón 601?
–Por un vecino, el coronel Brand, cuya esposa era hermana de Harguindeguy.
Luego insistió con que su trabajo de inteligencia nada tuvo que ver con su condición de estudiante en la Universidad del Salvador. Para robustecer dicha afirmación, apeló a su presunta amistad con un alumno desaparecido. Este era nada menos que Riobó. "Fui muy amigo de él. Era un pibe macanudo", fueron sus palabras al respecto.
Luego, se interesó en la querella presentada contra él por la Secretaría de Derechos Humanos. Se le dijo, entonces, que esa denuncia giraba en torno de estudiantes desaparecidos.
–¿Quiénes son? ¿Cuáles son sus nombres? –quiso saber.
–Ricardo Emilio Riobó es uno de ellos.
En ese instante, apenas musitó:
–¡Pucha! ¡Es el que yo conozco!
Luego se oyó el click que dio por finalizada la llamada.  «
 
La muerte pasó por la universidad del salvador
El 14 de mayo de 1976 desaparecían Mónica Mignone y María Marta Vázquez Ocampo, ambas egresadas de la carrera de Psicopedagogía. El 9 de junio de 1976 era secuestrada Edith Mujica, egresada de Ciencias Sociales. El 12 de junio de 1976 fue asesinada Esperanza Cacabelos de Salcedo, de la Facultad de Historia. El 12 de julio de 1976 fue secuestrado Carlos Raúl Pargas Fleitas, estudiante de Medicina. El 4 de agosto de 1976 desaparecieron José Luis Casariego y Cristina Turbay, ambos ex integrantes de la JUP; el 29 de agosto de 1976, desapareció la ex alumna de Ciencias Sociales María del Carmen Sabino Vidal. El 12 de septiembre de 1976 desapareció otra ex estudiante de Psicopedagogía, Nélida Alicia Calzetta Cattoni; el 24 de septiembre de 1976, la estudiante de Letras Laura Susana Di Doménico. El 28 de febrero de 1977 desapareció Graciela Marina González Marelli de Duarte. El 21 de marzo de 1977 desapareció el alumno de Ciencias Sociales Gustavo Enrique Gaona Arambarri. El 14 de marzo de 1978 desapareció el egresado de Derecho Basilio Pablo Surraco, y el 4 de abril de 1978 su hermano, también estudiante de Derecho, Carlos Adolfo Surraco.
El 23 de mayo de 1978 desapareció Ricardo Emilio Riobó. El 8 de agosto de 1978 desapareció la egresada de Psicología Beatriz Leonor Perosio; el 23 de noviembre de 1978, el alumno de Ciencias Sociales Adolfo Nelson Fontanella; y el 12 de agosto de 1979, el también alumno de Ciencias Sociales Juan Carlos Anzorena. Entre los docentes desaperecidos figura Daniel Víctor Antokoletz, desaparecido el 10 de noviembre de 1976, y Ricardo Néstor Tajes García, secuestrado en diciembre de 1978.
por: Ricardo Ragendorfer

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